Imagina a una persona en una cafetería leyendo estas líneas en un portátil. La máquina, hecha de metal, plástico y silicio consume unos 50 vatios de potencia mientras traduce trozos de información, una larga ristra de 1s y 0s para transformarlos en un patrón de puntos sobre una pantalla. Mientras, dentro de la cabeza de esa persona una masa viscosa de proteínas, sal y agua, usa una fracción minúscula de esa potencia no sólo para reconocer los patrones como letras, palabras y frases, sino también para reconocer la canción que suena en la radio
Los ordenadores son increíblemente ineficientes en muchas tareas que resultan
sencillas incluso a las mentes más simples, como por ejemplo reconocer imágenes
y moverse por espacios desconocidos. Las máquinas que se encuentran en los
laboratorios de investigación y grandes centros de datos pueden llevar a cabo
este tipo de tareas, pero son inmensas y requieren muchísima energía para
funcionar, además de una programación especializada. Google copó los
titulares por un software capaz de reconocer de forma fiable a gatos y caras
humanas en vídeos, pero para conseguirlo fueron necesarios no menos de 16.000
potentes procesadores
Los chips neuromórficos
Los microchips que toman el cerebro como modelo podrían ser
buenos para tareas que desconciertan a los ordenadores actuales tras 30 años de
investigación
Imagina a una persona en una cafetería leyendo estas líneas en un portátil.
La máquina, hecha de metal, plástico y silicio consume unos 50 vatios de
potencia mientras traduce trozos de información, una larga ristra de 1s
y 0s para transformarlos en un patrón de puntos sobre una
pantalla. Mientras, dentro de la cabeza de esa persona una masa viscosa de
proteínas, sal y agua, usa una fracción minúscula de esa potencia no sólo para
reconocer los patrones como letras, palabras y frases, sino también para
reconocer la canción que suena en la radio.
Los ordenadores son increíblemente ineficientes en muchas tareas que resultan
sencillas incluso a las mentes más simples, como por ejemplo reconocer imágenes
y moverse por espacios desconocidos. Las máquinas que se encuentran en los
laboratorios de investigación y grandes centros de datos pueden llevar a cabo
este tipo de tareas, pero son inmensas y requieren muchísima energía para
funcionar, además de una programación especializada. Hace poco Google copó los
titulares por un software capaz de reconocer de forma fiable a gatos y caras
humanas en vídeos, pero para conseguirlo fueron necesarios no menos de 16.000
potentes procesadores.
Una nueva generación de chips de ordenador que opera más como el cerebro
quizá esté a punto de estrechar la distancia que existe entre la computación
artificial y la natural; entre circuitos que resuelven operaciones lógicas a una
velocidad de vértigo y un mecanismo afinado por la evolución para procesar y
actuar partiendo de aportaciones sensoriales del mundo real. Los avances en
neurociencia y tecnología de chips han hecho posible la construcción de
dispositivos que, al menos a pequeña escala, procesan datos igual que el cerebro
de un mamífero. Estos chips "neuromórficos" quizá sean la pieza que faltaba en
muchos proyectos prometedores inacabados en el campo de la inteligencia
artificial, como los coches que se conducen solos de forma fiable en cualquier
circunstancia, y los teléfonos inteligentes que actúan como ayudantes
competentes.
Neuromórficos Una realidad.
Investigadores de University of Zurich y ETH Zurich han logrado meter 11.011 electrodos en una sola pieza de dos milímetros por dos milímetros de silicio para crear un microchip que funciona igual que un cerebro real. La mejor parte de estos chips neuromórficos: pueden sentir.
Sentir en el sentido de que pueden llevar a cabo tareas complejas sensorimétricas que muestran las capacidades cognitivas de la red. Y lo que es más impresionante es que todo esto ocurre en tiempo real.
El sistema suizo es comparable a un cerebro humano tanto en tamaño como en velocidad.
El objetivo de los investigadores es emular las propiedades de neuronas biológicas y sinapsis directamente en los microchips.
Buscan incorporar estos chips neuromórficos en retinas artificiales (hechas de silicio) para realizar tareas más complejas, para interactuar con su medio ambiente, en tiempo real.
No se trata de que sean seres “sensibles” como lo somos los humanos pero las publicaciones científicas donde ha figurado la noticia se apresuran a explicar que llevan a cabo una serie de procesos muy parecidos a los de las neuronas. Realizando funciones complejas y sensoriales en red, mostrando en efecto “capacidades cognitivas” o de “procesamiento mental”. Tal como lo hace nuestro cerebro.
Lo más significativo es que todo esto ocurre en tiempo real. Los sistemas de “inteligencia” de esta índole han resultado ser aparatosos y lentos, mientras que el sistema suizo es comparable a un cerebro real en velocidad y tamaño.
El profesor de la Universidad de Zurich Giacomo Indiveri declaró a la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Suiza,: “Nuestro objetivo es emular las propiedades de las neuronas y las sinapsis biológicas directamente en microchips”
El siguiente paso sería que estos chips neuromórficos asumieran tareas cada vez más complejas. Interesantes los horizontes que nos depara la ciencia.
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