El verdadero iniciador de la conspiración Bancaria.
Meyer Amschel Rothschild (1743-1812). A diferencia de otros colegas, el banquero Judio-alemán se dio cuenta de que la mejor forma de hacer fortuna era prestar grandes sumas de dinero a diferentes potencias europeas, a un alto interés. El único problema consistía en que esos países pagaran los préstamos. Rothschild era consciente de la posibilidad que los grandes reyes y gobernantes se negaran a reembolsar la deuda, e incluso intentaran matarle. Una forma de asegurar la devolución del préstamo era lograr cierto poder en esos gobiernos para, de este modo, poseer la facultad de intervenir en su política nacional. La celada consistía en que si el rey o gobernante intentaba desviarse de la línea marcada por el gran banquero, financiaba a su enemigo o rival. Es decir, toda nación debe tener un enemigo; y si no existía, Rothschild se encargaba de crearlo.
El profesor de economía Stuart Crane escribe:
“Si uno mira hacia atrás, se da cuenta de que cada guerra en Europa durante el siglo XIX, terminaba con el establecimiento de una balanza de poder. Cada vez que se barajaban los naipes, había un balance de poder en un nuevo agrupamiento alrededor de la Casa de Rothschild en Inglaterra, Francia o Austria… Investigando los estados de deuda de las naciones en guerra, generalmente indicarán quien será castigado”. Años más tarde, otras familias de banqueros se apuntarían al mismo juego de influencia sobre los estados y naciones. Nos referimos fundamentalmente a los Warburg, Schiff, Morgan, Kuhn, Loeb o Rockefeller, verdaderos planificadores junto a los Rothschild de la historia de los siglos XIX y XX.
Algunas de las prebendas por los préstamos a naciones se referían a concesiones de explotación de recursos naturales, facilidades en todo tipo de industrias, etc. Pero las grandes familias de banqueros lo que ansiaban realmente era el control del dinero nacional. Para ello consiguieron que las principales potencias europeas, como pago a los préstamos, les concediesen el control de sus bancos centrales. Así nacieron los bancos centrales de Alemania, Inglaterra o Francia. Sobre esta cuestión, el London Financial Times del 26 de septiembre de 1921
publicaba que: “media docena de hombres, en la cumbre de los cinco grandes bancos, podrían alterar toda la obra financiera
del gobierno”.
En Estados Unidos, el presidente Thomas Jefferson, temiéndose lo que se avecinaba, escribía en una carta dirigida a John Adams: “Creo sinceramente, como tú, que los establecimientos bancarios son más peligrosos que los ejércitos en pie”.
Cada vez un mayor número de políticos se percataban de que las grandes familias de banqueros en vez de competir entre si, más bien constituí- an alianzas para llevar a cabo un plan de acción común. Estas alianzas no se llevaron a cabo con fusiones bancarias como muchos lectores pueden estar pensando, sino por medio de lazos mucho más fuertes. Nos referimos a los lazos matrimoniales. Así, con las uniones de sangre, comienza la verdadera historia del poder mundial y la globalización. Veamos algunos ejemplos: Paul Warburg se casó con Nina Loeb; Félix Warburg con Fiedra Schiff; la hija de Nelson Aldrich, agente de la banca Morgan, se une a John D. Rockefeller, etc.
La Toma de La Reserva Federal De los Estados Unidos de America.
Una vez conseguido el poder europeo, los conspiradores pusieron sus ojos en Estados Unidos, pieza fundamental para obtener el poder absoluto. Su plan era fomentar la creación de un banco central estadounidense que controlarían totalmente, al igual que estaban haciendo con los grandes bancos europeos. El senador Nelson Aldrich, recordemos, agente de los Morgan, se dedicó junto a Paul Warburg a fomentar la idea de una “transformación bancaria” en Estados Unidos. En 1907 se produce un pánico bancario de cierta relevancia fomentado por la banca Morgan, por lo que Aldrich consigue el apoyo del Senado para presidir la Comisión Monetaria Nacional del Senado. Desde esa privilegiada posición, Aldrich organizó a finales de 1910 la reunión secreta más importante de la historia de los Estados Unidos y probablemente del mundo. En la Isla Jekyl se reunieron Paul Warburg; Benjamin Strong, presidente de la Banker´s Trust, propiedad de los Morgan; Henry P. Davinson, miembro de la compañía J. P. Morgan; Frank A. Vanderlip, presidente del National City Bank, propiedad de Rockefeller y P. Piatt Andrew, segundo secretario de la Tesorería de los Estados Unidos. Allí decidieron, según confesaría Vanderlip en sus memorias, la creación del Banco Central estadounidense.
Los participantes acordaron evitar este nombre para no levantar las suspicacias del público y decidieron llamarle Reserva Federal. El informe de la Comisión Monetaria y la ley del sistema de la Reserva Federal también fueron elaborados en dicha reunión.
Sin embargo, la ley Aldrich no fue aprobada por el Congreso y los conspiradores tuvieron que esperar un par de años para llevar a cabo sus planes. El problema se resolvió en las elecciones presidenciales de T. Roosevelt, Wilson y Taft. Los dos primeros fueron apoyados en su campaña por los mismos que idearon la ley de la Reserva Federal. Cuando Wilson ganó las elecciones, inmediatamente consiguió que el Congreso aprobase la ley. Los “conspiradores” controlaban ya el Banco Central de los Estados Unidos. Wright Patman, presidente de la Comisión Bancaria del Congreso, advirtió refiriéndose a la creación de la Reserva Federal: “En los Estados Unidos de hoy tenemos, en efecto, dos gobiernos... Un gobierno legal debidamente constituido y otro independiente, sin control ni coordinación, esto es el sistema de la Reserva Federal”.
Por su parte el senador C. A. Lindbergh senior, afirmó que “este acto establece el trust más poderoso de la tierra… Cuando el presidente firme este acto, el gobierno invisible del poder monetario será legalizado”.
Desde entonces las depresiones económicas son totalmente planificadas, incluido el famoso “crack” de 1929, tal como reconoció Louis MacFadden, presidente de la Comisión Bancaria y Comité de Circulante del Congreso. De este modo los conspiradores consiguieron que, gracias a la creación de la Reserva Federal, la deuda externa de Estados Unidos aumentase en billones de dólares que la nación debía pagar a las grandes familias de banqueros, en realidad los verdaderos dueños de la gran potencia.
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